top of page

ESTO SE LLAMA DROGA

No me lo puedo creer. He vuelto a hacerlo. Me he vuelto a comprar una enorme bolsa de golosinas cuando sé que me sientan fatal. ¿Por qué hacemos cosas que no debemos? ¿Por qué hay tantas cosas que no debemos hacer?

En fin, guardo la bolsa y en vez de eso, me fumo un cigarrillo. Esta lloviendo a cántaros, como siempre. Aunque por suerte, esta vez he reaccionado a tiempo y he traido un paraguas conmigo. Uno de estos de los chinos, que sólo te sierven para resguardarte de la primera gota.

Los coches pasan casi rozándome la nariz y, aunque parezca mentira, me vuelvo a sorprender cada vez que pasa uno. Cada dos segundos. Parezco una especie de payaso fracasado que lleva años y años haciendo el mismo chiste absurdo.

Coche! y doy un bote con cara de boba.

Coche! y otra vez.

Coche! y así hasta que una voz de señora interrumpe mi espectáculo glorioso del humor banal.

- Hay que ver cómo cae...

- ¿Perdón? - Le respondo yo intentando escuchar algo entre esa fiesta de motores y charcos que explotan ante tus narices.

- Que cómo llueve digo, no para de caer...

 

Si hubiera acabado la frase, estoy segura de que hubiera dicho "agua", "caer AGUA". Dios... cómo odio esa expresión. Realmente, sé que no es tan absurda. Se podría decir que literalmente esta cayendo agua, pero eso sería quitarle todo su esplendor y majestuosidad al poder de la naturaleza. ¿Acaso es el mismo agua la que cae del cielo que aquella que te pilla desprevenido en la calle, cayendo de un balcón con un aroma entre suciedad y lejía? Sería como comparar una refrescante ráfaga de viento a un ventilador, o una estrella fugaz con un moco. Pues no. Lo que no puedo ser, no puede ser.

 

Sigue lloviendo y yo voy liándome el cigarrillo cuando la señora se vuelve a dirigir a mí con cara de desconcierto:

- Eso que te haces, ¿Cómo se llama? ¿Droga?

Le miro sorprendida, convencida de que le he escuchado mal e intentando contener la risa, porque naturalmente, ha sido mi imaginación. No ha dicho eso.

- ¿Perdón? - digo de nuevo.

- Que si se llama "droga" eso que te estas haciendo.

 

Vale. Esta vez lo he oído bien. Con mis cinco sentidos puestos en su boca e ignorando por completo el ruido de la ciudad. Y sí, lo ha dicho.

Ahora ya no sé si reirme, o pensar que quizás me he equivocado de parada de autobús y me he puesto en la que va a Marte. Sin embargo, opto por ser educada como siempre, e intento explicar lo mejor posible algo que nunca pensé que tendría que explicar.

- No, señora. Es tabaco de liar. Es como el industrial pero la diferencia es que éste te lo haces tú mismo. Los cigarrillos digo. También dicen que es más sano. Supuestamente...

- Ah......Entonces, ¿No es droga?

- No, no. - digo esta vez, sin poder dejar salir una pequeña carcajada simpática.

 

Esto me ha descolocado por completo. Comienzo a observar a la mujer y parece muy normal. De unos setenta y pico años, con la mirada un poco perdida, ropa humilde y una bolsa de la compra a su lado. 

De pronto le dice algo a la mujer que la acompaña. Parece que se conocen. Entonces me fijo en esta segunda mujer, y me doy cuenta de lo que es verdaderamente una mirada perdida. Da la sensacion de estar en una dimensión distinta a la nuestra. Cabizbaja, encorvada y sin ningún afán por sostener su cuerpo en la lucha contra la gravedad. 

 

Ésta es más joven, de unos treinta y cinco años. 

- Nosotras estamos en una residencia. - me sorprende de nuevo la señora. - Estamos esperando al autobús que nos lleva allí. Yo y mi hija.

- Ah...pero, ¿qué tipo de residencia? - pregunto.

- Nada...Por estar...

 

No me contesta a mi pregunta pero lo entiendo bien. Aunque hay algo que me hace dudar sobre quién de las dos es la interna y cuál la que la acompaña.

- El autobús viene a la una. - me dice la señora.

 

Miro el reloj. son las 11.32 y ya estan preparadas sentaditas en el banco, esperando a que el autobús las recoja. 

Comienzo a hablar un poco más con la señora y me cuenta cosas como si aún llueve, que qué cara esta la fruta que ha comprado 8 kilos de naranjas y le han cobrado quince euros... Cuando, de repente, su hija se levanta y sin decir palabra alguna, se va. La señora no se sorprende. Me dice que ha ido al baño pero que seguro que es una escusa para pedir un cigarro. Que fuma mucho... Pero mucho, mucho... Que si a veces  se fuma colillas del suelo...

- ¿¡¿¡¿Perdón?!?!? - esta vez me sale un "perdón con más énfasis. Hay que variar. - ¿Que se fuma las colillas? ¡Por dios! ¡Eso no mujer!, ¡No le dejes!

- Ya hija...ya ves... - se resigna. Se resigna todo el tiempo.

 

Sigue lloviendo sin parar. ¡Qué bonito el verano del País Vasco! 

A todo esto, echo una ojeada fuera de la marquesina para ver si ha aparecido el amigo que venia a recogerme en coche, pero nada. Al menos estoy resguardada. De la lluvia.

 

Miro hacia mi izquierda y veo que vuelve la hija.

- ¡Mira! Aqui viene, ¡Aquí esta! - le digo a la señora, que he podido notar que empieza a preocuparse.

Se acerca la hija, parece que se va a sentar al lado de su madre, pero justo en el gesto de hacerlo, algo le llama la atención en el suelo y se agacha a cogerlo. Se incorpora con una colilla empapada en su mano, se sienta y se la enciende. O mejor dicho, trata de encendérsela, ¡y con tres mecheros distintos!

No doy crédito de lo que estan viendo mis ojos y sin pensarlo un segundo, le digo:

- ¡No! ¡No por favor! ¡Le hago yo un cigarro a su hija!

La madre me mira sin ninguna expresión en su cara y me dice:

-No, no...Tranquila...

Luego, mira a su hija, que trata desesperadamente de hacer conbinaciones imposibles de mechero para fumarse una colilla que tiene más agua que tabaco, luego mira hacia el centro y se calla.

 

En mis adentros pienso "¡Por favor! ¡Por dios! ¡Déjeme hacérselo! ¡Te lo suplico!"

Y, de hecho, se lo digo.A lo que ella me responde:

- No, no. Que no me fio... - la droga, por supuesto.

 

Entiendo entonces, que la madre parece estar aún peor que la hija y que ya no se sabe bien quién cuida a quién. 

Comprendo que la señora prefiere que su hija mentalmente enferma  fume una colilla escuchimizada, empapada y casi desintegrada a un cigarro nuevo y recién hecho. El cual, a primera vista, lo ha procesado en su mente como DROGA.

 

Y no puedo evitar preguntarme si fue ésta, en forma de píldoras blancas de la salvación, la que le ha hecho aislarse de esa manera de toda realidad posible. 

 

 

 

                                               

                                                                   

 

                                                                      

 

 

 

 

bottom of page